Tesoro del teatro español: desde su origen (año de 1356) hasta nuestros días, Band 1

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Garnier, 1838
 

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Seite 228 - Y el mayor remedio que tiene es tomar una vihuela y tañe tantas canciones y tan lastimeras que no creo que fueron otras las que compuso aquel emperador y gran músico Adriano de la partida del ánima, por sufrir sin desmayo la ya vezina muerte64.
Seite 48 - En el tiempo de este célebre español todos los aparatos de un autor de comedias se encerraban en un costal, y se cifraban en cuatro pellicos blancos guarnecidos de guadamecí dorado; y en cuatro barbas y cabelleras y cuatro cayados, poco más o menos.
Seite 177 - Este mal hombre que me quiere dar las cosas a menos precio y quiere echar a perder mi casa. ¡Unas aceitunas que son como nueces!
Seite 464 - ¡Qué mamas, triste criatura! ¿ No sientes que, á mi despecho, sacas ya del flaco pecho por leche la sangre pura?
Seite 481 - Por ti, virgen hermosa, esparce ufano , Contra el rigor con que amenaza el cielo , Entre los surcos del labrado suelo, El pobre labrador el rico grano. Por ti surca las aguas del mar cano El mercader en débil leño a vuelo ; Y en el rigor del sol , como del hielo, Pisa alegre el soldado el risco y llano. Por ti infinitas veces, ya perdida La fuerza del que busca y del que ruega , Se cobra y se promete la victoria. Por...
Seite 177 - No llores, rapaza: la mochacha, señor, es como un oro. Hora andad, hija, y ponedme la mesa, que y'os prometo de hacer un sayuelo de las primeras aceitunas que se vendieren.
Seite 225 - Aquel es rico que está bien con Dios. Más segura cosa es ser menospreciado que temido. Mejor sueño duerme el pobre, que no el que tiene de guardar con solicitud lo que con trabajo ganó y con dolor ha de dejar.
Seite 132 - En el aire mis espuelas íicren a todas las aves y en los muy hondos concaves las reptilias pequeñuelas: toda bestia de la tierra y pescado de la mar so mi gran poder se encierra, sin poderse de mi guerra con sus fuerzas amparar.
Seite 118 - ... no pude al llanto detener el freno, que a mi despecho, sin saber lo que era, me vi el marchito rostro de agua lleno. Ofrecióse a mis ojos la ribera y el monte donde el grande Carlos tuvo levantada en el aire su bandera, y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo, pues movido de envidia de su gloria, airado entonces más que nunca estuvo.
Seite 174 - Dígolo esto porque se me ha ofrescido un cierto negocio en esta ciudad, y en el camino, por las muchas aguas, me han faltado los reales. No tengo otro remedio sino...